viernes, 31 de octubre de 2008

Felices pesadillas

¿Que sería de una noche de brujas (que me gusta más esa expresión que la yanki) sin una tirilla de leyendas urbanas y de terror?? Nada. Por eso, mis queridos amigos, hoy os traigo unas historias que han marcado mis noches infantiles, de esas que todo el mundo conoce y se cuentan para joder, porque se cuentan para eso, como un "a esta tía que tiene cara de imbécil le cuento yo una historia que no vuelve a dormir en su vida", pues eso, aunque claro está, crecemos y la inocencia se pierde y empezamos a buscar los tres pies al gato haciendo preguntas intentando desmentir estos cuentos populares.
Hoy os recomiendo que simplemente no le busqueis el truco a nada y solo leed y dejaros llevar como cuando teniaís 7 u 8 años.

Acomódense que aqui van mis favoritas.



Bárbara
(versión de mi ídola Angela Sommer Bodenburg)

Florián está enfermo y para amenizarle la tarde su madre le cuenta una historia.
-Fue hace dos años, cuando estábamos buscando casa. Antes de encontrar ésta, tuvimos otra oferta, un piso de cuatro habitaciones en una vieja villa con un jardín grande y silvestre.
-Y ¿por qué no lo cogisteis?
- Es lo que te voy a contar:

La villa tenía el aspecto de un castillo pequeño, hasta con su torrecita. Yo estaba entusiasmada. También me gustó el jardín, con árboles altos y corpulentos. Llena de curiosidad, subí al primer piso y toqué el timbre.

Pasó un rato. Luego oí pasos.
Me abrió una niña. Tenía el pelo negro y rizado, largo hasta la cintura.
Llevaba un vestido blanco de encajes hasta los tobillos. La cara muy pálida.
-¿Quiere ver la casa? -preguntó.
-Sí -dije-. ¿Están tus padres?
-Vienen en seguida -contestó-. Pero yo puedo enseñársela. Pase, por favor.
Entré.
La niña, interrogándome con la mirada, dijo:
-¿Tienen niños?
-Sí, un chico.
-¿Cómo se llama?
-Florián.

-Entonces, la niña, por primera vez, sonrió.
-Me llamo Bárbara -dijo-. Venga, le voy a enseñar el cuarto de los niños.
-Pero quisiera ver primero las otras habitaciones -contesté yo.
-No, no -dijo Bárbara con brusquedad-. Tiene que ver primero el cuarto de los niños.

Lo dijo con tanta urgencia que la seguí.

Me condujo a una habitación grande y vacía al final del pasillo. Por la moqueta de colores se advertía que había sido un cuarto para niños.
Bárbara corrió a la ventana.
-Aquí estaba mi mesa -dijo- . Siempre veía el castaño cuando me sentaba aquí. Su niño tiene que sentarse también a la ventana, ¿me lo promete?
-No sé -contesté dudando, e intenté sonreír.
-¡Por favor! -exclamó, y me miró con ojos suplicantes.
-Bueno, si tanto lo quieres -dije para dejarla contenta.


-Ahí estaba mi cama -dijo, señalando la pared junto a la ventana-. Cuando me despertaba veía el cielo. Así sabía siempre si hacía buen tiempo o malo.
-Pero ese no es buen sitio para la cama -comenté yo.
Bárbara me miró sorprendida y añadió:

-¿Por qué no?
-En la ventana hay corriente a menudo. Podías haberte acatarrado.
-¿Acatarrarme? -gritó- . ¡Quiere usted decir que mi madre ha cuidado mal de mí?
-No, naturalmente -me apresuré a asegurar.
-Pero ha dicho que era un sitio malo para la cama.
-Era por decir algo.
-No vuelva a decir jamás algo tan horrible de mi madre.
El tono de su voz se volvió agudo de repente.

-No he dicho absolutamente nada de tu madre -respondí. Y entonces oí pasos en el pasillo.

-Deben ser tus papás -dije aliviada, y salí rápidamente de la habitación.
Era ridículo, pero aquella niña pequeña me daba miedo. Una mujer y un hombre vinieron a mi encuentro por el pasillo. Al verlos, me asusté, porque los dos iban vestidos completamente de negro.

Es raro que estuviese la puerta abierta -dijo el hombre.
Iba a explicarles que su hija me había abierto, pero antes de que pudiese hacerlo estábamos ya en una de las habitaciones anteriores. Comenzaron a enseñarme la casa, primero los dos cuartos de estar, luego el dormitorio y el baño. Nos detuvimos en la cocina, que tenía unos azulejos antiguos preciosos. El hombre se volvió hacia mí, con una cara tan pálida como la de Bárbara y me preguntó:

¿Le gusta la casa?
-Sí-contesté yo entusiasmada-.
-Hay otra habitación -dijo el hombre- al final del pasillo. Pero ya no entramos en ella.
-Era el cuarto de los niños -agregó en voz baja la mujer.
-Lo sé -dije yo, sorprendida por el misterio con que hablaban de aquella habitación vacía.
-¿Usted? -titubeó la mujer-. ¿Ha visto usted la habitación?
-Sí, me la ha enseñado su hija.
La mujer clavó en mí sus ojos:
-¿Nuestra hija?
-Sí -afirmé-; quería que el cuarto se dispusiese del mismo modo que cuando estaba ella.
-¿Cómo era esa niña? -gritó el hombre con voz ronca.
Me extrañó la pregunta.
-Tenía una melena negra larga y llevaba un vestido blanco con encajes.
-¡Bárbara! -exclamó la mujer con tanto dolor que me sobrecogí de miedo.

Entonces se precipitaron los dos fuera de la cocina y les oí correr por el pasillo gritando el nombre de Bárbara. Sentí una desazón muy molesta. No comprendía su excitación, pero advertí que mi encuentro con Bárbara debía haberles alarmado.
Les seguí lentamente.
Se quedaron parados en la puerta de la habitación de los niños.

-No está aquí -dijo el hombre con palabras ahogadas.

-Pero yo la he visto -insistí -. Estaba ahí, en la ventana, y habló de su castaño.
La mujer sacudió la cabeza con gesto triste.
-Tiene que haberse equivocado.
-No, con toda seguridad.
-Es imposible.
-Pero, ¿por qué?
-Bárbara está muerta -dijo el hombre.
-¿Muerta? -repetí incrédula.
-Murió hace cuatro semanas -explicó el hombre- , aquí, en esta habitación, de una pulmonía.
-¡No! -grité.

Los dos me miraron y dijeron que sí con la cabeza.
Entonces di media vuelta y me marché de allí a toda prisa.»


Bueno y si todavía estais ahí y os quedasteis con ganas de más o simplemente os aburris como ostras y no teneís otra cosa más interesante que hacer os dejo otra de mis leyendas favoritas, su simplicidad sobrecoge, ahí va:


Cuidado debajo de la cama

Cuenta la leyenda que una niña de unos 9 o 10 años se quedó sola con su perro en casa durante una noche en la que sus padres salieron. La niña y el perro tenían una especie de código el cual consistía en lamer la mano de la niña por la noche, así ella se quedaba tranquila y no tenía miedo.

El perro dormía debajo de la cama, en mitad de la noche la niña se despertó con miedo y como siempre hacía sacó su mano poniéndola debajo de la cama para que el perro la lamiera y así fue, entonces la niña se quedó tranquila. Un poco más tarde la niña volvió a despertarse e hizo lo mismo, el perro la lamió pero empezó a oír unos ruidos extraños, como un goteo.

Se levantó, los goteos parecían venir del cuarto de baño, cuando llegó vió a su perro ahorcado y un escrito en el espejo;

NO SOLO LOS PERROS LAMEN.



Y ahora, un bonito video para terminar este día. El niño de la cuna.



Feliz noche de brujas a todos y felices pesadillas.

5 comentarios:

dany dijo...

bueno, soy la primera, te digo que a mi (boluda de 21 años) estas leyendas me siguen dando miedo..las leo y miro para atras con desconfianza..por suerte me dedicoa creer y a asustarme.
no vi el video por miedo a que sea, la misma peli q compre y todavia no vi.para no quitarme el misterio..la que me compre se llama la habitacion del niño y es de alex de la iglesia..es la misma??
un beso y como corresponde..dulces pesadillas...

Felipe dijo...

Estan bastante buenas las historias, pero al final como que me dejan ganas de mas

Cloe dijo...

Dany: Puedes verlo con toda tranquilidad porque no es esa. Es un corto de un programa español de sucesos paranórmales y cosas de la índole que en cada programa cuenta una leyenda en forma de corto.
Es muy bueno, te lo recomiendo.

Felipe: Por ahí otro día dejo más historias, no puse más para no hacer un post kilométrico.

Jorge dijo...

Leyendas urbanas preferidas: la chica de la curva y la de los golpes en el capó (soy un clásico). La del punki cabeza rapada que cuando te lo encuentras la fiesta dura una semana y "has ido a ver a los niños". La de los lametones me gustó por su sencillez.

Feliz día de los muertos a todos.

Sebastián Leonangeli dijo...

FELIZ NOCHE DE BRUJAS!!!!!
Aguante Elsa Bornemman.
Besos!